POEMA A CILLAS
Conozco un pueblo pequeño,
del cual yo quiero ser dueño,
tiene una iglesia preciosa,
con una Virgen graciosa
y un San José carpintero.
Conozco un pueblo pequeño,
del cual yo quiero ser dueño,
con un Parador muy viejo
y un río que esta muy seco.
Los pájaros de este pueblo
en cuatro arboles anidan
y, cuando llega el verano,
a ese pueblo dan vida.
Caminante que llegas a Cillas,
desde Molina o Daroca,
en ese pueblo te paras
a refrescarte la boca.
Cruzas andando el pueblo
y en una casona te paras
para contemplar dos escudos,
que están en ella colgados.
Los dos enseñan sus armas
y te quedas contemplando
la armoniosa danza que bailan
los escudos de Vazquez y Lázaro.
Prosiguiendo tu camino,
te encuentras una calle...
y llegas por una escalera
a la plaza y a la iglesia
de ese pueblo que te digo.
Subes al cerro verde,
donde se encuentra un "castillo"
y la brisa que te llega,
fresca y limpia del campillo,
fresca y limpia del campillo,
te trae recuerdos de un pueblo
en donde siempre has vivido.
Muchos años han pasado
por este pueblo genial
y si las calles hablaran,
!Ay¡ !Si hablaran las calles¡...
la que se iba a montar,
pero Cillas, mi Cillas,
seguirá siempre siendo igual.
Luis Lázaro.
Madrid 29 de Enero de 1996.
CILLAS (GUADALAJARA)
Cillas (Guadalajara)
Altitud: 1.129 m.
Censo Habitantes: 20
Distancia de la capital: 145 Km.
El lugar y sus gentes:
Desde las proximidades de Rueda, el pueblo de Cillas destaca al fondo como un cogollo de viviendas blancas, coronado por el agudo chapitel de la torre, donde una cruz de hierro se confunde con el azul cuando entra la tarde. El teso que llaman del Castillo, donde está la iglesia, debe de ser un mirador interesantísimo sobre las parameras y sobre los llanos trigueros que rodean al pueblo en varios kilómetros a la redonda. No veo a nadie al entrar en Cillas. El pueblo, no obstante, ofrece al recién llegado todo el aspecto de ser un pueblo vivo. Las casas, las calles, el pequeño jardín de junto a la fuente, han mejorado mucho desde aquel lejano viaje en que fui por primera vez. La pregunta hoy sería la misma por mi parte, y la respuesta, seguramente que también la misma que en aquella ocasión en boca de cualquier anciano del pueblo: -¿Cómo es posible que se marchase la gente, con tan buen pueblo y con tan buen campo como tienen?-¡Mira éste! No los vamos a tener ataicos del ramal pa que no se escapen. La fuente, en los bajos del pueblo, tiene un pilón alargado y un monolito central que remata en un bolón de piedra. La leyenda que dejaron en la fuente para la posteridad dice: «Don Calixto Rodríguez y el pueblo de Cillas. 1911». Para los no iniciados en la particular historia de las tierras de Molina, convendrá decir que el tal don Calixto Rodríguez fue el promotor de la industria resinera en la comarca, hombre rico e influyente allá por las primeras décadas del siglo, y del cuál, en Mazarete y Rillo de Gallo, sobre todo, queda en el presente viva señal. En el primero el edificio en ruinas de la resinera, y en el segundo un busto de bronce en la fuente de la plaza. Aquí, en cualquiera de estas recias casonas marcadas sobre la piedra con fechas muy remotas, pudieron nacer hombres importantes de los que las tierras de Molina dieron al mundo: caballeros de órdenes militares, capitanes famosos, oidores de tribunales, casi todos ellos miembros de una misma familia. Del ya desaparecido costumbrismo del pueblo de Cillas, es justo referirse a las hogueras de la noche de San Antón que alumbraron sus calles; si bien, la fiesta mayor del pueblo se celebra el día de San Pedro. Desde el alto del Castillo, el campo es toda una lección en el libro abierto de la geografia molinesa. Separados por buenos campos de labor se alcanzan a ver, al noroeste y al mediodía, los pueblos de Tortuera y de Rueda de la Sierra. Aquí, casi a nuestros pies, vigía de caminos y sello de sólida fe, el pairón florido de la Virgen del Pilar. Por las tierras rayanas, el cielo se ha vuelto de un sereno raso azul.
La historia:
Fue poblado en el siglo XII, y entonces incluido en el Común de Villa y Tierra de Molina. A finales del siglo XIII es mencionado en el testamento de doña Blanca de Molina, quien lo da en señorío a su caballero Pedro Hernández. Siguió luego siendo pueblo comunero y molinés. De entre sus hijos ilustres, pueden destacarse a don Juan López de Cillas, que fue alcalde de Molina en 1610; y a don José Joaquín Martínez Malo que alcanzó el grado de Oidor en la Audiencia de Santa Fe, en América, durante el siglo XVIII.
El patrimonio:
En lo alto del pueblo destaca la iglesia-parroquia, obra sencilla del siglo XVII, con torre de dos cuerpos que acaba en remate piramidal o chapitel de tipo metálico. También merece verse en el caserío un palacio nobiliario con portón adovelado semicircular en su fachada, y encima un escudo de armas tallado en la dovela central del portón. Junto a la carretera aparece un hito o pairón de piedra sillar con ornamentación barroca, una hornacina para guardar una imagen de la Virgen, y encima un remate de forma piramidal con bola. Hay otros pairones en el término, junto a los caminos. El santuario de Cillas, o ermita de la Concepción, en su término, junto a la carretera que va a Alhama de Aragón, es obra muy sencilla del siglo XVIII, pero su origen es más remoto, y existe la tradición de que ya en el momento de la repoblación existía, como iglesia parroquial de un pueblo llamado Torremochuela, que se despobló en el siglo XVI. Allí se daba culto a la Virgen en su advocación de Purísima Concepción, al menos desde esa época.
Fuente: Alberto Oliva,
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